Ha sido una búsqueda incesante, pero finalmente ha dado su fruto. Los arqueólogos han hallado en la antigua ciudad de Limira, en el sur de Turquía, las ruinas del templo de Zeus.
Limira (Turquía) era una de las ciudades más importantes de la antigua Licia. Los historiadores sabían que el dios principal que se veneraba en la ciudad era Zeus, gracias a una serie de inscripciones epigráficas descubiertas en 1982 que confirmaron la existencia de este templo. Pero su ubicación era desconocida. Los arqueólogos llevaban más de cuatro décadas buscándolo bajo capas de historia, piedras y naranjos. Hasta ahora.
Un equipo dirigido por el profesor Kudret Sezgin de la Universidad Hitit, en colaboración con el Instituto Arqueológico Austriaco, ha puesto fin a este enigma con el descubrimiento de la entrada oriental del templo perdido de Zeus, sus muros y parte de su estructura monumental. El hallazgo ha sido calificado como uno de los más importantes de la arqueología licia y griega en las últimas décadas.
Limira: una ciudad en el corazón de Licia
Situada a los pies del monte Toçak, a unos 9 km de la actual Finike, en la provincia de Antalya (Turquía), Limira fue un centro político y religioso clave en el este de Licia. Durante el siglo IV a.C., bajo el reinado del rey Pericles de Limira, la ciudad vivió un gran auge arquitectónico y cultural.
Entre sus monumentos más conocidos se encuentran el Heroon de Pericles, que refleja su poder monárquico independiente en medio de las influencias persas y griegas, el teatro para 6.000 personas, baños romanos, el Ptolemaion (un templo construido en honor a Ptolomeo II Filadelfo) o tumbas excavadas en roca. Pero había una pieza faltante en este rompecabezas histórico: el templo principal de Zeus, su dios protector.
Tras 43 años de búsqueda, ha aparecido el templo dedicado a Zeus
La estructura recién descubierta coincide perfectamente con las descripciones arquitectónicas registradas en inscripciones antiguas. Su fachada oriental, de 15 metros de ancho, se encontraba oculta bajo una muralla bizantina construida siglos después, algo que junto a la orografía del terreno, ha complicado las excavaciones.
Los expertos han comentado que la cella, es decir, la cámara sagrada interior del templo, está actualmente sepultada bajo un huerto de naranjos privado, pero también han informado que comenzarán a excavar en esta zona una concluyan los trámites de expropiación del área.

No es extraño hallar templos clásicos reutilizados o enterrados por estructuras bizantinas en Anatolia. Ha sido una práctica histórica común a lo largo de los siglos, lo que ocurre es que rara vez se conserva de forma tan clara y monumental. Lo más insólito de este hallazgo es que se ha producido una reinterpretación de las estructuras previamente excavadas.
Zeus, símbolo de identidad en Limira
Durante años, un gran portón monumental bajo la ‘calle romana’ se consideró un propileo cívico. Con los nuevos hallazgos, los arqueólogos han concluido que se trataba del acceso ceremonial al imponente santuario de Zeus, el dios supremo del panteón dentro de la mitología griega. Asimismo, una muralla atribuida a las fortificaciones helenísticas ha sido rebautizada como el muro perimetral de dicho templo, conocido como témenos, el recinto sagrado en el que se construía el mausoleo sagrado. Esta reinterpretación reconfigura por completo la jerarquía espacial de Limira, colocando el santuario de Zeus como eje simbólico del oeste de la ciudad.
Todo ello encaja perfectamente con el hecho de que Zeus concentraba la identidad de la ciudad turca del pasado. Monedas, inscripciones y fuentes escritas lo mencionan como la deidad suprema de la ciudad durante los periodos clásico, helenístico y romano. No se trataba de un templo menor, sino el corazón espiritual de una comunidad que lo veneró durante más de 800 años que hoy.
Otros hallazgos
Además de este vestigio arquitectónico, los investigadores han recuperado fragmentos de cerámica que indican actividad humana en Limira desde hace al menos 5.000 años, lo que hace retroceder la historia urbana de la ciudad a comienzos del III milenio a.C.; un nuevo desafío al propio origen de la ciudad, que se pensaba databa del siglo VI a.C.
A partir de ahora, los arqueólogos continuarán con las excavaciones, especialmente en la cella y las zonas aledañas y esperan seguir sacando a la luz nuevos hallazgos que permitan comprender mejor los rituales, la iconografía y el rol político del templo.