miércoles, diciembre 10

Así fue el fin de Espartaco, el gladiador que desafió a Roma


Tras iniciar una revuelta de esclavos en el 73 a.C. este guerrero tracio acabó cercado en Calabria por Craso perdiendo la vida en la batalla que puso fin al alzamiento

Poco sabemos sobre los orígenes de Espartaco, según Apiano se trataba de un tracio quien tras servir como auxiliar para las legiones fue esclavizado (seguramente a causa de deudas on algún crimen), mientras que según Plutarco se trataba de un prisionero de guerra capturado en Tracia.

Sea como fuere Espartaco terminó en el ludus de Léntulo Batiato, un lanista o entrenador de gladiadores que lo usó para entretener al pueblo de Capua con sangrientos combates en el anfiteatro. Allí el esclavo forjó amistad con sus compañeros Enomao y Crixo, junto a quienes protagonizó una revuelta en el 73 a.C.

La lucha por la libertad

Tras degollar a sus guardas y hacerse con las armas que encontraron en los almacenes de la escuela y en un carro, los rebeldes se refugiaron en las cumbres del Vesubio, donde fueron cercados por una milicia de 3.000 hombres al mando de Cayo Claudio Glabro. El exceso de confianza de este provocó su derrota, uniéndose más y más esclavos al levantamiento hasta que Espartaco reunió un ejército de más de 60.000 hombres con el que marchó hacia el norte de Italia.

Al paso le salieron los ejércitos de los cónsules del año 72, Clodiano y Publícola, que aunque lograron derrotar a la fuerza mandada por Crixo y acabar con este fueron a su vez aplastados por el ejército principal al mando de Espartaco, quien para honrar a su amigo sacrificó a 300 prisioneros romanos obligándoles a luchar entre ellos como improvisados gladiadores.

Sin embargo los esclavos no continuaron con su huida hacia el norte para escapar, sino que por el contrario tras derrotar al gobernador de la Galia Cisalpina se dedicaron a devastar la campiña italiana, más interesados en el botín y la liberación de esclavos que en huir de una Roma que veía como débil e impotente.

El contraataque de Craso

Nada más lejos de la realidad, pues la República había reunido a toda prisa un ejército de seis legiones en la capital mandadas por el pretor Marco Licinio Craso, un rico potentado romano ansioso de gloria y fortuna. Añadiendo a las dos legiones supervivientes del ejército consular Craso fue empujando a los esclavos batalla tras batalla hacia el sur de la península, acorralando a los rebeldes finalmente en Calabria.

 Atrincherado en Regio Espartaco intentó expandir la revuelta a Sicilia, isla en el la que hacía poco los esclavos habían protagonizado otra revuelta, peor los piratas cilicios contratados para el transporte de sus hombres se dieron a la fuga con su dinero, por lo que tras un intento con botes caseros de desechó el plan. 

Por su parte Craso había estado muy ocupado en la construcción de una gran empalizada y foso de 30 kilómetros que cortaba en dos la punta de la bota italiana, con el objetivo de rendir a los rebeldes por hambre al estar estos rodeados por tierra y mar. Al mismo tiempo Roma había llamado a los ejércitos de Pompeyo desde Hispania y Lúculo en Macedonia, que juntos aplastarían de una vez por todas al revuelta.

Pero Espartaco no estaba acabado todavía, y aprovechó un noche de tormenta de nieve para forzar la empalizada con su ejército y romper el cerco, marchando luego sobre el puerto de Brundisio con la intención de capturar su barcos y pasar a Grecia. Sabedor de que Craso era un rival político de Pompeyo, el líder rebelde le ofreció al pretor su rendición con la condición de convertirse en su cliente y así evitar el castigo, pero este se negó decidido a aplastarlo.

Los esclavos llegaron a las afueras de Brundiso solo par encontrarse con al ciudad guarnecida por las legiones de Lúculo, de modo que con Craso a la zaga marcharon hacia Roma por la costa librándose la batalla final a orillas del río Silario (cerca de la actual Salerno).

Poco dicen las fuentes sobre el combate, recogido escuetamente en Apiano y Plutarco. Cuenta el segundo que antes del combate Espartaco degolló a su propio caballo como muestra de que lucharía hasta la muerte antes que huir, algo que ciertamente cumplió pues según este autor fue abatido por los romanos mientras cargaba directo hacia Craso, mientras que Apiano menciona que siguió luchando aún cuando una jabalina romana le traspasó la pierna, hasta caer al fin rodeado por las espadas romanas.

La llegada de Pompeyo desde Roma terminó de decidir el encuentro, con miles de esclavos dándose a la fuga solo para ser abatidos por la caballería romana. La batalla fue tan cruenta que de 50.000 esclavos solo sobrevivieron 6.000crucificados por Craso a lo largo de la vía Apia como cruel advertencia a cualquier nuevo conato de rebelión.