Un equipo de arqueólogos franceses ha encontrado una enorme necrópolis romana en la antigua ciudad de Olbia que revela prácticas de cremación únicas, con tumbas alimentadas con ofrendas líquidas.
En plena Costa Azul francesa, un grupo de arqueólogos del Instituto Nacional de Investigación Arqueológica Preventiva (INRAP) ha desenterrado cerca del asentamiento de la antigua ciudad de Olbia (actual Hyères, en el departamento de Var), una vasta necrópolis romana con más de 160 estructuras funerarias.
El hallazgo ha dejado al descubierto unos rituales de cremación desconocidos hasta ahora, en los que se combinan huesos humanos calcinados, clavos de estructuras de madera, vasos intactos y canales de libación hechos con ánforas. ¿Qué clase de ritual era este? A los expertos les ha sorprendido no solo la cantidad de tumbas, sino la riqueza simbólica y técnica de estos gestos únicos que acompañaban a la muerte en la antigua Roma entre los siglos I y III d.C.
Olbia: de colonia griega a ciudad romana
Fundada hacia el 325 a.C. por los massaliotas de Marsella como un enclave fortificado, Olbia se convirtió en una ciudad romana tras la conquista de Julio César en 49 a.C. (Previamente había sido un asentamiento griego fortificado). Durante el Alto Imperio, este lugar quedó bajo la administración de la colonia romana de Arelate (Arlés), y su ubicación estratégica hicieron de ella que se transformara en un centro portuario centrado tanto en el comercio como en los baños termales (termas).
Según los expertos, la zona funeraria descubierta al oeste del núcleo urbano saca a relucir una ocupación continua con una única práctica funeraria documentada: la cremación. Pero esta cremación no ha resultado ser de la forma esperada, sino que estaba envuelta en un ritual complejo, lleno de matices simbólicos, técnicos y sociales.
El protocolo de la muerte en Roma
Cada tumba comienza con una fosa cuadrangular excavada en la roca o en el sedimento, donde se construía un bûcher (pira funeraria). Sobre ella, el cuerpo del fallecido era depositado en una estructura de madera, probablemente un lecho o una camilla, cuyos restos se identificaron por la presencia de clavos entre los huesos calcinados.
En el momento de la cremación, las llamas, avivadas por un canal de ventilación central, alcanzaban temperaturas tan altas que enrojecían las paredes de la fosa debido a la oxidación y deshidratación a causa de la meteorización de los minerales; un fenómeno conocido como rubefacción. El calor hacía que los huesos se volvieran blancos, se torcieran y agrietaran, pero aún así, seguían siendo morfológicamente identificables. Los objetos personales, de la misma forma, piezas de bronce y otros enseres acababan fundidos o deformados, mientras que la cerámica quedaba marcada por el hollín y el fuego incesante.

Pasando de pira a tumba
Una vez terminada la cremación y extinguido el fuego, el proceso no acababa aquí; comenzaba una segunda fase ritual en la que las fosas usadas como piras se reutilizaban como tumbas (en algunos casos). En otros, los restos eran cuidadosamente recogidos y depositados en nuevas fosas. A diferencia de la costumbre romana más extendida de almacenar los huesos en urnas de vidrio, cerámica o piedra, en Olbia no era este el caso, ya que los arqueólogos encontraron montículos óseos directamente sobre el suelo o dentro de contenedores perecederos que no han sobrevivido a nuestros días.
Para el cierre de la tumba se colocaban tres vasos: una jarra y dos pequeños recipientes que eran colocados sobre los restos calcinados. Como no mostraban señales de haber sido expuestas al fuego, los investigadores concluyen que fueron colocadas después de que las brasas se hubieron enfriado. Finalmente, la fosa se cubría con tejas planas y semicirculares formando una especie de techo protector para los restos del difunto.
Pero aquí no acaba todo. El descubrimiento más fascinante si cabe es el hallazgo de una instalación de conducciones de libación. Dos tejas semicirculares se colocaban en posición vertical para formar un canal que permitía verter líquidos sobre la tumba (ya fuera vino, cerveza, hidromiel…). E incluso se añadía una pequeña copa junto a la entrada del canal, lo que sugiere un uso ritual durante las visitas conmemorativas (o quizá como ofrendas a los dioses del inframundo como Plutón, equivalente al Hades griego).
¿Diferencias sociales?
¿Por qué se producían estas prácticas funerarias distintas en el mismo lugar? Los expertos creen que esto refleja distinciones sociales, culturales o económicas, ya que algunas tumbas tenían libaciones, otras no, algunos huesos se encontraban en urnas y otros en montículos… ¿La respuesta? Quizá el estatus social, tradiciones familiares, origen étnico…