La adopción del calendario del papa Gregorio XIII provocó que quienes fueron a dormir la noche del 4 de octubre se despertaran el día 15.
Imagina que un día te vas a dormir y, al despertar, te das cuenta de que han transcurrido 10 días (pero tienes la certeza de que no has dormido más de ocho horas). Esto fue lo que le ocurrió a los habitantes de Italia, Francia, España y Portugal en octubre de 1582.
El fenómeno, que parece salir de una película de ciencia ficción -de esas en las que los protagonistas juegan con máquinas del tiempo-, no tuvo que ver ni con eventos paranormales, ni con ninguna epidemia. En realidad, fue fruto de un proceso administrativo que modificó para siempre nuestra forma de distribuir el tiempo: el cambio al calendario gregoriano.
Antes de la fecha, Europa se regía por el calendario juliano, que, como su nombre indica, fue instaurado por Julio César allá por el año 46 a.C. Sin embargo, en la Edad Moderna los astrónomos y matemáticos detectaron que el sistema tenía un error: establecía la duración del año en 365 días y 6 horas, si bien es de 365 días, 48 minutos y 45 segundos. Y visto así, la corrección parecía mínima, pero nada más lejos de la realidad: en 1.600 años, ¡se había acumulado un desfase de 10 días!
Ya se sabía hacía tiempo
Lo cierto es que, antes del siglo XVI, ya existía conocimiento de este error: por ejemplo, en la corte del rey Alfonso X el Sabio, recogieron las bautizadas como Tablas Alfonsíes: un cómputo en el que se determinó que el calendario juliano contaba con un desajuste de 10 minutos y 44 segundos por año. No fue hasta que afectó a la fecha de Pascua cuando el error comenzó generar preocupación, sobre todo entre la comunidad cristiana (que para entonces era mayoritaria en Europa).
Ahí es cuando entró en escena Gregorio XIII: consciente de ello, este papa creó una “comisión del calendario” que se encargó de poner en común los estudios astronómicos disponibles y llevarlos a la práctica. Entre las figuras destacadas de este grupo, estaban: Christophorus Clavius, a quien el famoso Galileo había recurrido en ocasiones, y Luigio Lilio, autor final de la propuesta.
El nuevo calendario, el gregoriano -sí, es el que usamos hoy en día-, fue aprobado en 1580, pero no fue hasta dos años más tarde cuando logró ponerse en marcha: en octubre de 1582.
Sociedad descontenta, fechas descuadradas…
Como resulta evidente, al principio la población no asumió bien el cambio. De nuevo, hagamos un ejercicio de imaginación: si naciste, por ejemplo, un 29 de junio de 1550, ¿cuándo habría que celebrar tu cumpleaños de 1583? Pero eso no es todo: ¿qué ocurriría con los documentos oficiales? ¿Y con las citaciones a juzgados o las fechas de pagos? Para muchos, el cambio significó un quebradero de cabeza.
Al principio, solo los habitantes de Italia, Francia, España y Portugal lo aplicaron. Luego se sumaron otros países católicos, mientras que el resto continuó utilizando calendarios propios: de hecho, hoy en día, en los países que no son de tradición cristiana se mantiene un sistema dual entre el propio y el gregoriano.
El paso de un calendario a otro también afectó, además, a todas aquellas fechas históricas que acontecieron antes de 1582. Quizá la más significativa sea la llegada de Cristóbal Colón a América: la versión oficial nos dice que esto ocurrió un 12 de octubre, pero la fecha astronómica -reflejada en la corrección del calendario gregoriano- situaría el hecho aproximadamente en el día 21 de octubre.