Los 133 cardenales electores iniciaron el proceso en la Capilla Sixtina. Claves del ritual y el peso del legado reformista.
El sonido solemne del “Extra omnes” resonó a las 16.30 en la Capilla Sixtina y marcó el inicio formal del Cónclave 2025, el primero desde 2013. Afuera, en la Plaza San Pedro, miles de fieles esperan la señal definitiva: el humo blanco que anunciará al próximo jefe de la Iglesia Católica. Adentro, tras puertas cerradas y bajo estrictas medidas de seguridad –incluidos inhibidores de señal–, los 133 cardenales electores enfrentan el complejo desafío de elegir al sucesor del papa Francisco en un Vaticano atravesado por tensiones ideológicas.
A pesar de la solemnidad medieval, el procedimiento incorpora recursos modernos para garantizar su hermetismo. Tras jurar secreto absoluto, los cardenales inician las votaciones. Tres supervisan la elección, otros tres se encargan de recolectar los votos de los infirmarii (los enfermos) y cada papeleta lleva la palabra Eligo (“Elijo”).
Una vez contabilizados, los votos se perforan y se queman: negro si no hay acuerdo, blanco si alguien alcanza los dos tercios necesarios. “El secreto no busca ocultar, sino permitir libertad de conciencia sin presiones externas”, explicó el vaticanista Andrea Tornielli a medios locales.
Favoritos y disputas internas
Nunca antes el Colegio Cardenalicio fue tan diverso. De los 133 electores, 65 son europeos, 21 latinoamericanos, 18 africanos y 15 asiáticos. Entre los nombres que más suenan:
- Pietro Parolin (Italia): actual Secretario de Estado, hábil diplomático pero criticado por su manejo de denuncias de abuso.
- Luis Antonio Tagle (Filipinas): carismático, cercano a los sectores pobres y con buena llegada al ala reformista.
- Christoph Schönborn (Austria): moderado, redactor del Catecismo posconciliar. Su edad (79) juega en contra.
- Gérald Lacroix (Canadá): defensor de las comunidades indígenas, con menor peso en la curia.
El 80% de los electores fueron nombrados por Francisco, lo que en teoría favorecería a un continuista. Sin embargo, circula entre los purpurados un dossier informal, el College of Cardinals Report, que evalúa a 40 candidatos según su postura frente a temas clave como las bendiciones a parejas del mismo sexo, el celibato sacerdotal y la posibilidad de ordenar mujeres.
Un legado incómodo
Francisco deja una Iglesia más abierta, pero fragmentada. Sus gestos hacia China, los pueblos originarios y la ecología convivieron con resistencias férreas en Roma. Como resumió el historiador Massimo Faggioli, “el próximo papa deberá gobernar una Iglesia envejecida, golpeada por escándalos y con desafíos financieros críticos”.
La plaza sigue en vilo. Y el humo, por ahora, se mezcla con el cielo romano.