La dopamina es comúnmente conocida como “la hormona del bienestar” o “la hormona de la felicidad”, una de las principales razones por las que nos sentimos tan contentos después de ir de compras o comer pizza.
En los últimos meses (si no años), miles de vídeos de TikTok han puesto de manifiesto el interés de la gente por aumentar o reducir sus dosis diarias de dopamina, ya sea mediante “subidones” y “bajones” de dopamina o “ayunos” y “reseteos” de dopamina.
Pero ahora que esta sustancia química se ha convertido en una obsesión entre los gurús del bienestar, los científicos que la estudian quieren dejar bien clara una cosa: la dopamina puede hacer muchas cosas, pero hacernos “sentir bien” no es una de ellas.
La dopamina no funciona así y, desde luego, no es un “término comodín para la felicidad”, afirma Daniel Dombeck, profesor de neurobiología de la Universidad Northwestern (en Illinois, Estados Unidos) que estudia esta molécula.
La dopamina es un sofisticado neurotransmisor que también actúa como una hormona y desempeña papeles fundamentales en el aprendizaje, el movimiento, la memoria, la atención, el estado de ánimo y la motivación. Aunque la dopamina contribuye a nuestras sensaciones de placer, no las causa directamente y, desde luego, no actúa sola.
“Hay mucha ignorancia sobre lo que hace la dopamina y cómo funciona el cerebro”, dice Anne-Noël Samaha, profesora asociada de farmacología y fisiología de la Universidad de Montreal (Canadá) que estudia la ciencia de la recompensa y la motivación. Pero en pocas palabras, afirma, “es una de las moléculas que nos permite seguir vivos”.
Cómo actúa la dopamina en el organismo
La dopamina actúa como mensajero químico, permitiendo que las neuronas de distintas partes del cerebro se comuniquen entre sí. Cómo te afecta depende de en qué parte del cerebro esté actuando, dice Samaha.
“En algunas regiones [del cerebro], un aumento de la dopamina puede ayudar a concentrarse; en otras, puede hacer que la gente sea más impulsiva”, afirma Samaha.
La falta de dopamina en ciertas zonas del cerebro también puede afectar negativamente a funciones como la concentración y el movimiento, y se asocia a trastornos como el déficit de atención con hiperactividad, la enfermedad de Parkinson y la adicción.