No existía ninguna evidencia completamente concluyente acerca de su origen. Hasta que estos investigadores resolvieron el misterio
Durante siglos, el rito de depositar sarcófagos de madera en acantilados rocosos y cuevas que llevó a cabo un antiguo pueblo residente en el sudeste asiático y, sobre todo, en el territorio más oriental de lo que hoy es la República Popular China, ha supuesto un verdadero enigma para arqueólogos e historiadores. Un misterio que parece haber llegado a su fin gracias a un reciente estudio publicado en la revista Nature Communications elaborado por especialistas de la Universidad Chulalongkorn de Tailandia.
La tradición oral y diversos documentos históricos encontrados en las últimas décadas sugerían que los responsables de estos ataúdes colgantes eran los antecesores directos de la actual etnia Bo. Sin embargo, no había ninguna prueba concluyente al respecto. Hasta ahora. Y es que el equipo de investigadores logró analizar el ADN de 11 individuos ubicados en cuatro localizaciones diferentes. Algunos de ellos fallecieron hace más de 2.000 años.
Lazos genéticos neolíticos
El material genético obtenido de los cuerpos de estos ataúdes fue comparado con muestras de restos humanos procedentes de los ataúdes de tronco encontrados en una caverna del noroeste de Tailandia, los cuales fueron datados hace 2.300 años. Posteriormente, los científicos realizaron el análisis del ADN de 30 genomas de individuos vivos descendientes directos del pueblo Bo.
Los resultados fueron categóricos: existe una conexión irrefutable entre los antiguos practicantes de este rito y los descendientes de la etnia Bo. El estudio determina también que los antiguos pobladores responsables de colocar los ataúdes en altura guardan parentesco genético con grupos de población de las costas del sur de China y el sudeste asiático en el período Neolítico, es decir, hace entre 4.000 y 4.500 años.
Por si fuera poco, la ascendencia compartida se extiende a los restos conseguidos en Tailandia, lo que implica una amplia dispersión y una herencia cultural uniforme en estas prácticas funerarias tan singulares.
El legado perenne del pueblo Bo
La costumbre de enterrar en altura desapareció hace alrededor de seis siglos, coincidiendo con el inicio de la dinastía Ming. Pese a ello, diversas crónicas de la dinastía Yuan reflejaban la creencia de que, cuanto más alto se situaban los ataúdes, mejor para los difuntos.
En cualquier caso, los investigadores indican que esta etnia constituye una rama de los antiguos hablantes de las lenguas Tai-Kadai o Kra-Dai, que fueron predominantes en el sur de China antes de la hegemonía de la dinastía Han. Algo que sucedió en el siglo I antes de Cristo. También creen que la tradición de colgar los ataúdes en las montañas Wuyi se remonta, como mínimo, a hace 3.400 años.
A pesar de que su cultura ancestral se extendió por amplios territorios que hoy son parte de Tailandia, Laos, Vietnam y Taiwán, los actuales descendientes de la etnia Bo hoy son minoría en la provincia de Yunnan. Eso sí, siempre les quedará saber que sus ancestros fueron los responsables de una de las mayores maravillas arqueológicas de todo el sudeste asiático.