miércoles, octubre 22

Popeye existió: el marinero polaco que inspiró al personaje de dibujos animados


En una ciudad de Estados Unidos vivió un marinero clavado al personaje que inspiró: Popeye, el marino de fuerza prodigiosa y comedor de espinacas.

¿Sabías que Popeye, el marinero forzudo de los dibujos animados, existió de verdad? Detrás del personaje de aspecto rudo, con su pipa inseparable y su carácter fuerte pero de buen corazón había una persona real. Su nombre era Frank “Rocky” Fiegel, un marinero reconvertido en vigilante de seguridad que, sin saberlo, se convertiría en una de las figuras más icónicas de la cultura popular del siglo XX.

Frank Fiegel nació en 1868 en Polonia, pero su familia emigró a Estados Unidos cuando él era todavía un niño, estableciéndose en la pequeña ciudad de Chester (Illinois), un lugar de puerto fluvial donde los barcos que navegaban por el Misisipi hacían escala con frecuencia. Desde joven trabajó como marinero, estibador y, más tarde, como encargado de seguridad en una taberna local, donde era conocido tanto por su fuerza como por su tendencia a resolver los problemas a puñetazos.

Los habitantes de Chester lo recordaban como un tipo de aspecto inconfundible: mandíbula prominente, un solo ojo entrecerrado y siempre una pipa colgando de la boca, incluso mientras hablaba. Había perdido varios dientes en peleas, lo que deformaba su expresión y acentuaba esa mueca que más tarde se volvería característica en el personaje de cómic. De ahí surgió su apodo: Pop-Eye, literalmente “ojo saltón”.

Seguramente su aspecto y su empleo contribuyeron a que los adultos le tuvieran respeto, pero también se decía que nunca buscaba problemas si no los buscaban con él. A pesar de su fama de rudo y de ser un tipo de pocas palabras, quienes lo conocieron decían que era un hombre generoso, de buen corazón y muy amado por los niños, a los que entretenía contando historias exageradas de sus aventuras en el río.

De la realidad al cómic

Entre aquellos niños se encontraba Elzie Crisler Segar, el futuro creador de Popeye el marino. Segar creció escuchando las historias de Frank Fiegel en la taberna del puerto, fascinado por su mezcla de dureza y ternura. Cuando años después empezó a dibujar su serie de cómics Thimble Theatre en 1919, incorporó muchos personajes inspirados en su ciudad natal: Popeye apareció por primera vez en 1929 y pronto se convirtió en el protagonista indiscutible de la tira. Aunque Segar nunca lo confirmó públicamente, la semejanza entre el personaje y Fiegel era demasiado evidente para ser casual: el modo de hablar, la pipa, un ojo medio cerrado y su espíritu indomable.

Y un detalle curioso: el Popeye del cómic no comía espinacas en sus primeras apariciones, su fuerza era simplemente innata. Las espinacas se introdujeron en 1931, como una forma de fomentar entre los niños el consumo de verduras, algo que preocupaba bastante en la Gran Depresión, cuando la desnutrición infantil era común. De hecho, la influencia del personaje hizo que el consumo de espinacas en Estados Unidos aumentara un 30 % durante los años 30, y hasta hubo monumentos dedicados a Popeye en zonas productoras de la verdura.

Según sus vecinos, Frank Fiegel se sintió muy orgulloso al reconocerse en los cómics, presumiendo de haber inspirado a un héroe tan fuerte como popular y con su lado tierno. Fiegel murió en 1947 y fue enterrado en el cementerio de Chester: en su lápida, los vecinos mandaron grabar una pequeña imagen de Popeye junto a su nombre, como homenaje a aquel hombre que, sin haber comido una sola lata de espinacas, se había ganado su lugar en la historia de los dibujos animados.

Hoy Chester se presenta como “la ciudad de Popeye” y celebra cada año un festival dedicado al personaje. Seguramente Frank nunca imaginó que aquel apodo burlón acabaría convirtiéndole en un símbolo mundial, pero su legado sigue recordándonos que incluso los héroes de cómic tienen un pie en la realidad.