Las islas Galápagos, frente a la costa pacífica de Ecuador, han sido el escenario de historias que cambiaron el mundo. La más recordada es la protagonizada por Charles Darwin que, a partir de su trabajo de campo en el archipiélago, formuló su famosa teoría de la evolución por selección natural.
Otros relatos menos conocidos fueron los piratas que las utilizaron como refugio durante la época colonial y los marinos que paraban en sus costas para apoderarse de las famosas tortugas que luego le servían como comida para el resto de su viaje.
Ahora, una de las historias más oscuras del archipiélago sirve como inspiración al premiado director estadounidense Ron Howard (“Una mente brillante”) para realizar su nueva película: “Edén”.
Ocurrió en la década de los años 30 del siglo pasado e involucró a un grupo de parejas y familias europeas que llegaron a una de las islas, Floreana, con la pretensión de construir allí una “utopía tropical”.
Una historia de empeños, engaños, drama e incluso humor.
La película retrata la vida de un grupo de alemanes: la baronesa Eloise Bosquet de Wagner Wehrhorn, el doctor Friedrich Ritter, la doctora Dora Strauch Ritter y su marido Harry Wittmer
Todos arribaron a la isla deshabitada entre 1929 y 1932. Algunos con la idea de establecer una especie de colonia y otros pensando más en un lugar idílico de vacaciones.
Pero las disputas entre ellos convirtieron ese paraíso en pesadilla.
“Estas personas nos brindaron una idea fascinante”
“Hay suspenso, traición y violencia. Hay tragedia, pero también humor y nobleza. Y todo sucedió en las Galápagos de Darwin”.
Todo, además, bajo un marco filosófico.
Amantes que huyen
Gracias a la publicación por parte de Darwin del libro que contenía su revolucionaria teoría de la evolución de las especies en 1859, las islas Galápagos se convirtieron en una suerte de leyenda tanto para los investigadores como para ciudadanos europeos curiosos, que comenzaron a revisar con detenimiento esta historia.
Es 1929 y Alemania vive una fuerte crisis económica. Muchos de sus habitantes están buscando alternativas para sobrevivir o nuevos horizontes. Entre ellos está el doctor Friedrich Ritter, un apasionado de la Filosofía que buscaba aplicar muchas de las ideas de Federico Nietzsche a la vida común.
Un día de 1929 conoce a Dora Strauch, una mujer enferma que, gracias a los tratamientos de Ritter, mejora notablemente su estado de salud. En medio del proceso, él le va contando todas sus ideas filosóficas y, sobre todo, su proyecto para poner en práctica una forma alternativa de vida.
Ella, quien luego escribió un libro sobre lo que ocurrió en aquellos años titulado “Satán visitó el Edén”, señala que le llamó poderosamente la atención la visión filosófica que tenía Ritter desde la medicina.
El médico y la paciente se enamoraron. Pero había un inconveniente: ambos estaban casados.
En su libro, Strauch relata que juntos tomaron la decisión de huir de Alemania hacia un lugar donde pudieran aplicar principalmente las ideas de Nietzsche sobre el ubermensch o “superhombre”.
La idea que más los unía era la de prosperar mediante la disciplina y la determinación, sin importar los desafíos que aparecieran en el camino.
Y el lugar que eligieron para encarar esa visión fue la isla de Floreana, en el archipiélago de Galápagos, donde Darwin había dictado sus leyes de selección natural y donde “prospera” el que es más fuerte.
Pero también comenzaron a tener conductas excéntricas, como por ejemplo que ambos se quitaron los dientes antes del viaje para no tener problemas odontológicos en un paraje remoto.
Arribaron en septiembre de 1929. Poco a poco comenzaron a crear, en medio de aquel paisaje inhóspito, un espacio donde vivir y desarrollar sus ideas filosóficas.
Al poco tiempo, intrigados por las narraciones que se leían y escuchaban en los medios alemanes sobre ellos dos, llegó a la isla otra pareja: Heinz y Margret Wittmer.
Habían leído sobre las hazañas de Ritter y Strauch y decidieron acompañarlos impulsados principalmente por la salud del hijo de Heinz, quien sufría de asma y podría beneficiarse del clima de la isla.
De acuerdo al relato hecho por Dora Strauch y Margret Wittmer en sus respectivos libros (el libro de Wittmer se tituló “Oficina de correos de Floreana: una vida extraordinaria de una mujer en el fin del mundo”), aunque no se consideraban amigos y habían algunas tensiones, ambas familias vivieron sin problemas mayores en Floreana, hasta que llegó la autodenominada baronesa de origen austriaco Eloise Bosquet de Wagner Wehrhorn.
Fue entonces que comenzaron los conflictos de verdad.
Las disputas
Según los detalles que dan Strauch y Margret Wittmer, la idea de la baronesa era totalmente opuesta a las de las dos parejas alemanas que habían llegado a la isla antes.
En el relato señalan que Eloise Bosquet buscaba construir un hotel de lujo para que los turistas disfrutaran de los placeres y paisajes de aquella isla.
Nada más alejado de la noción filosófica de disciplina y determinación.
La autodenominada baronesa también llegó acompañada de dos amantes, uno de los cuales comenzó a tener una actitud hostil frente a las dos parejas alemanas.